Los medios de comunicación suelen inundar de remedios, haciendo apologías de extractos animales, vegetales, minerales o compuestos sintetizados por la industria farmacéutica "milagrosos" y también satanizando extractos animales, vegetales, minerales o compuestos sintetizados por la industria farmacéutica.
Mucho se habla de sustancias cancerígenas a las que nos exponemos al consumir alimentos procesados, por ejemplo. Como si en la naturaleza no tuviéramos suficientes ejemplos de factores que pueden generar cáncer en nuestro organismo. De hecho, el factor que nos expone en mayor medida a padecer de cáncer, es el tiempo. El tiempo es el cancerígeno número uno en la naturaleza. La esperanza de vida se triplicó o se cuadruplicó en algunas naciones tan solo durante el siglo 20, pasando de valores entre 20 y 30 años como esperanza de vida al nacer cuando inició ese siglo, a valores incluso mayores de 70 años para algunas de las naciones más desarrolladas. El cáncer pasó de ser una enfermedad rara a ser uno de los primeros lugares como causa de muerte después de los 50 años de edad. No quiere decir que esta enfermedad no se pueda presentar en edades más tempranas, solo que sucede con menor frecuencia.
La desintoxicación del organismo la llevan a cabo principalmente el hígado y los riñones, aunque todos nuestros sistemas tienen mecanismos para transportar las sustancias tóxicas al torrente sanguíneo y de ahí al hígado, los riñones y en última instancia a nuestra vejiga y nuestro intestino para eliminarse junto con nuestras excretas o degradarse sin más. La piel también es un órgano importante en la desintoxicación del organismo, por eso los deportistas tienen muy buena capacidad para desintoxicarse. En todos los casos, el consumo de agua es el factor más importante, ya que esta sustancia es la responsable de transportar la mayor cantidad de sustancias tóxicas fuera de nuestro organismo, ya sea en solución (sustancias no polares) o en forma de emulsiones (sustancias polares).
Para nuestra mente es difícil ceñirse a una dieta o tratamiento. Esto es normal. Cualquier cambio de régimen en nuestra alimentación, ciclos de sueño, ciclos de descanso y actividad y hasta el trato con nuevas personas o nuevos lugares, requiere que nuestro organismo suprima unas y active alguna o varias vías metabólicas.
La activación de vías metabólicas es un proceso que puede tardar varios días o semanas. Esto lo manejan mucho los deportistas que se ayudan con suplementos alimenticios y las personas que se someten frecuentemente a dietas de todo tipo (modelos y artistas, por ejemplo). Un ejemplo muy ilustrativo es cuando iniciamos un programa de acondicionamiento físico después de un periodo de descanso relativamente prolongado. Después de reiniciar el ejercicio físico vamos a notar que nos duelen los músculos que hemos ejercitado con mayor intensidad después del periodo de descanso o inactividad. También nos va a suceder cuando estando bajo un régimen de ejercicio físico o bajo un programa de acondicionamiento físico constante, realizamos una actividad nueva en la que ponemos en marcha algún músculo que no había estado trabajando con intensidad. En esos casos, notamos que después del ejercicio sentimos dolor en esos músculos que no habían estado en actividad intensa. Eso se debe a que durante la actividad intensa nuestros músculos son incapaces de sintetizar el ATP a velocidad suficiente para satisfacer la demanda de ese músculo, siendo que la oferta de glucosa o glucógeno es suficiente para el músculo en cuestión. En esta situación de máxima demanda de ATP, nuestro músculo comienza a abastecerse de ATP mediante metabolismo anaerobio, que en nuestro caso, es una vía que sintetiza ácido láctico a partir de piruvato. Como nuestro músculo no estaba trabajando con intensidad, no había tenido una oferta muy alta de ácido láctico y tenía poca capacidad de procesarlo, por lo que se acumula en nuestro músculo. Esa acumulación de ácido láctico en las células musculares es la que nos ocasiona el dolor. Pero conforme continuamos nuestro programa de acondicionamiento físico, mantenemos una oferta elevada de ácido láctico en el músculo que había estado en reposo, de este modo "forzamos" a nuestro músculo a sintetizar las enzimas necesarias para deshacerse del ácido láctico tan pronto como este se forma en el interior de sus células, sin que llegue a acumularse nuevamente. Es así como nuestros músculos se adaptan a metabolizar el ácido láctico adicional que se forma en un músculo cuando este se somete a un régimen de actividad más intenso que el que tenía como régimen previo al ajuste en nuestro programa de acondicionamiento físico.
Del mismo modo, cuando modificamos o ajustamos nuestra dieta, debe pasar un tiempo suficiente para que nuestro organismo sintetice las cantidades necesarias de enzimas que requiere nuestra nueva dieta alimenticia. También sucede esto cuando hacemos ajustes en nuestro régimen de alimentación, ciclos de sueño, ciclos de descanso y actividad y hasta el trato con nuevas personas o nuevos lugares.
Todo inicio es difícil ¿Verdad?
Ahora bien, cuando iniciamos un régimen de ayuno, estamos modificando nuestro régimen alimenticio y por lo tanto, debemos pasar por un periodo de ajuste y que nuestro organismo genere las enzimas que necesita para obtener su energía bajo este nuevo régimen. Cuando iniciamos un ayuno, se activan las vías metabólicas que consumen las grasas que tenemos como reserva de energía, sobre todo alrededor de nuestros músculos y bajo nuestra piel. Normalmente, nuestro organismo obtiene su energía de fuentes fáciles de convertir en ATP y nuestro cerebro lo sabe, por eso nos pide siempre alimentos ricos en carbohidratos, como sacarosa y almidones. Así que cuando iniciamos un ayuno, tenemos que aprender a engañar a nuestro cerebro, o más bien, tenemos que aprender a que nuestro cerebro no nos engañe. Debemos recordar en este punto, que el organismo humano está diseñado para el ayuno. Podemos pasar largos periodos sin consumir alimentos ricos en energía, así lo hacían nuestros antepasados cazadores y recolectores y así lo hacen los animales en su estado salvaje. Nuestros ancestros permanecían en modo normalmente inanición, no en modo normalmente saciedad. Esto se comprende rápidamente si pensamos que en estado de saciedad es difícil ponernos en movimiento y sobre todo, iniciar súbitamente una actividad intensa (ya sea la huida o la lucha o búsqueda del alimento, cazar o recolectar). Todos los animales están normalmente en modo de inanición porque es la forma más segura de sobrevivir en la naturaleza.
El modo de vida moderno no es diferente del modo de vida salvaje o silvestre. Nuestro cerebro funciona mejor en modo de inanición, nuestros músculos funcionan mejor y responden más rápida e intensamente en modo inanición.
En el modo inanición nuestro organismo es capaz de abastecerse de energía en forma de ATP a partir de sus reservas en forma de grasa. En un estado de inanición más severo, nuestro cuerpo comienza a consumir reservas en forma de aminoácidos y proteínas, es decir, comienza un estado de autoconsumo. Cuando alcanzamos este estado de autoconsumo ya entramos en un proceso de desnutrición, que ya no es saludable y que nos puede causar daños severos.
En el modo inanición, no podemos prescindir de todo alimento. Debemos consumir agua, vitaminas y minerales en cantidad suficiente. La energía la obtendremos de nuestras reservas de grasa corporal.
Por supuesto que no todas las personas pueden entrar en un régimen de ayuno. Los niños y jóvenes en crecimiento, no deben intentar este régimen. Su cuerpo y su cerebro están en crecimiento y requieren una gran cantidad de energía y aportes de proteína, vitaminas, minerales y agua para sintetizar huesos, músculos y células cerebrales. Las madres que están en proceso de gestación y lactancia tampoco deben adoptar un régimen de ayuno. La gestación y la lactancia son procesos muy, muy demandantes de energía, proteínas, minerales y grasas. No debemos dejar que esas demandas se cubran con el autoconsumo del organismo de la mujer. Tampoco debemos entrar en un régimen de ayuno si padecemos diabetes y estamos bajo medicación, por ejemplo, insulina. Tampoco debemos adoptar un régimen de ayuno si padecemos de presión arterial elevada.
Para iniciar un programa de ayuno, debemos comenzar por ayunar un día de cada semana, por ejemplo. Así nos daremos cuenta que podemos seguir nuestro ritmo de actividad sin ninguna complicación. Después de uno o dos meses, podemos incrementar el ayuno a dos días por semana. Poco a poco notaremos que la sensación de hambre que teníamos después de un periodo de ayuno, va desapareciendo poco a poco. Es decir, estamos aprendiendo a que nuestro cerebro no nos engañe, pidiéndonos carbohidratos, la fuente más fácil de obtener energía. Cuando ya no sentimos esta ansiedad o necesidad por comer y sobre todo, cuando ya somos capaces de evitar el consumo de carbohidratos, podemos decir que nuestras vías metabólicas para la obtención de energía de nuestras reservas en forma de grasa corporal, se han ajustado. Es decir, tenemos mayores cantidades de enzimas para degradar la grasa corporal y por lo tanto, podemos satisfacer la demanda de energía en tiempo real, a partir de grasas. Ya no necesitamos proveer a nuestro organismo de fuentes fáciles de energía, como los carbohidratos.
El régimen de ayuno nos lleva a metabolizar todo lo que sea una fuente de energía para nuestro organismo. Así podemos degradar muy rápidamente células dañadas e incluso cancerosas, sustancias extrañas que tienden a almacenarse en nuestros tejidos adiposos, como la mayoría de las toxinas que ingresan a nuestro cuerpo por la vía aérea, la piel o los alimentos.
Un régimen de ayuno entrenará a nuestro cerebro para que se vuelva más fuerte, más resiliente. Lo vamos a entrenar para que evitemos el consumo de carbohidratos en exceso. Ni siquiera vamos a sentir hambre, esta sensación casi desaparece tras unos meses en régimen de ayuno.
Para ampliar sobre este tema, recomiendo hacer búsquedas sobre los siguientes temas:
- Dieta rica en cetonas
- Dieta cetogénica
- Régimen de ayuno
Por supuesto que no todas las personas pueden entrar en un régimen de ayuno. Los niños y jóvenes en crecimiento, no deben intentar este régimen. Su cuerpo y su cerebro están en crecimiento y requieren una gran cantidad de energía y aportes de proteína, vitaminas, minerales y agua para sintetizar huesos, músculos y células cerebrales. Las madres que están en proceso de gestación y lactancia tampoco deben adoptar un régimen de ayuno. La gestación y la lactancia son procesos muy, muy demandantes de energía, proteínas, minerales y grasas. No debemos dejar que esas demandas se cubran con el autoconsumo del organismo de la mujer. Tampoco debemos entrar en un régimen de ayuno si padecemos diabetes y estamos bajo medicación, por ejemplo, insulina. Tampoco debemos adoptar un régimen de ayuno si padecemos de presión arterial elevada.
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