Un suelo con buena capacidad de intercambio catiónico hace más
eficiente el uso de los fertilizantes. También mejora la microbiota del
suelo al retener por más tiempo nutrientes y biomoléculas, permitiendo
la actividad bacteriana sobre ellas.
Desde el punto de vista
ambiental, un suelo con elevada capacidad de intercambio catiónico
previene la lixiviación de nutrientes hacia el subsuelo o agua
subterránea. Otro punto ambiental a favor es que los herbicidas y demás
plaguicidas que sean aplicados al suelo, serán retenidos por más tiempo,
aumentando su poder residual, pero también favoreciendo su degradación
bacteriana. Además se minimiza la lixiviación de compuestos orgánicos
tóxicos.
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En este sentido, el suelo actúa como una columna de
intercambio iónico y a la vez, como un reactor biológico empacado. Estas
características lo convierten en un sistema sumamente complejo en el
que interaccionan factores bióticos: nuestros cultivos y la microbiota
natural e inducida; con factores físico-químicos: intercambio de iones,
intercambio gaseoso, precipitación y solubilización, gradientes de
concentración, procesos de adsorción-desorción, entre otros.
En
un suelo con escasa capacidad de intercambio catiónico, tanto los
nutrientes como las moléculas organicas aplicadas como plaguicidas o
sintetizadas por los componentes bióticos, serán mucho más susceptibles
la lixiviación. Esto es, el arrastre de materiales por advección, o sea
la combinación de arrastre hidrodinámico y difusión, con un escaso
componente amortiguador, asociado con la baja capacidad de intercambio
catiónico.
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Tema 4. Cine y literatura.
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